Noche de mascaras
Pero hoy todo cambio, fue completamente diferente al resto. Bien temprano por la mañana cuando mi madre nos llevaba al colegio hicimos una imprevista parada en la farmacia, la cual no fue de mi importancia ya que me encontraba medio dormido en el asiento trasero. Mi día transcurrió normalmente. Dos exámenes cuestionaron mis conocimientos sobre filosofía y literatura, y el ensayo para el acto de la semana entrante iba tomando un perfecto rumbo. Cumplido mi horario escolar, mi padre me recogió y me llevo al entrenamiento, aunque cabe destacar que también hicimos una parada rápida en la farmacia la cual también obvié porque estaba muy concentrado ajustando los cordones de mis botines. Una vez en el club tuve un desempeño estupendo, marqué dos goles y fui convocado para la fecha programada por la A.F.A el domingo. Luego de una alentadora ducha, tome el colectivo que me deja a dos cuadras de mi casa. Al bajar del transporte público caminé las dos cuadras pensando y lamentando estar próximo a mi casa donde sabía la escandalosa problemática que me esperaba dentro. Arribé a mi casa con ansias de que el resto del día pase rápido, cuando al entrar invadió mis fosas nasales el exquisito aroma de la comida casera. Mi madre había preparado un plato familiar que venía de generaciones pasadas. Al sentarnos en la mesa, mi asombro fue aún mayor. Mi padre la miraba con cariño, como la dulce mirada paterna a un hijo. Al terminar la cena , la ayudó a recoger la meza, algo totalmente inusual en él. Acto siguiente los dos prepararon café con una mirada extraña en sus rostros, como si fuesen una pareja adolescente completamente enamorada. Sin perder el tiempo en razonar que era lo que estaba sucediendo se me cruzo por la mente una vaga esperanza de que quizás todo se había resuelto al fin y podríamos volver a ser una familia unida y feliz. Pronto dicha esperanza se esfumó….
Martin Mendez
No entiendo cómo es que no se cansan, aunque quizás ese sea
el punto; están demasiado cansados. Siempre es la misma historia. Un día es un conflicto,
al otro día es otro. Creo que si les dieran dinero por cada problemática que
generan, seríamos más ricos que cualquier jeque árabe dueño de cualquier inmensa
cuenca petrolífera. Es mi vida, con la cual tengo que lidiar día a día. Es
lastimosamente una escena repetida. Cada vez que llego a mi casa, antes de
girar el picaporte ya visualizo lo que sucede adentro. Es como una clase de
superpoder, aunque en este caso desearía no tenerlo. Mi madre llorando
desconsolada. Mi padre encerrado en su habitación. Hay días que imploro no
llegar al final del día, no tener que volver a mi casa y ser espectador de la
clásica escena.
Pero hoy todo cambio, fue completamente diferente al resto. Bien temprano por la mañana cuando mi madre nos llevaba al colegio hicimos una imprevista parada en la farmacia, la cual no fue de mi importancia ya que me encontraba medio dormido en el asiento trasero. Mi día transcurrió normalmente. Dos exámenes cuestionaron mis conocimientos sobre filosofía y literatura, y el ensayo para el acto de la semana entrante iba tomando un perfecto rumbo. Cumplido mi horario escolar, mi padre me recogió y me llevo al entrenamiento, aunque cabe destacar que también hicimos una parada rápida en la farmacia la cual también obvié porque estaba muy concentrado ajustando los cordones de mis botines. Una vez en el club tuve un desempeño estupendo, marqué dos goles y fui convocado para la fecha programada por la A.F.A el domingo. Luego de una alentadora ducha, tome el colectivo que me deja a dos cuadras de mi casa. Al bajar del transporte público caminé las dos cuadras pensando y lamentando estar próximo a mi casa donde sabía la escandalosa problemática que me esperaba dentro. Arribé a mi casa con ansias de que el resto del día pase rápido, cuando al entrar invadió mis fosas nasales el exquisito aroma de la comida casera. Mi madre había preparado un plato familiar que venía de generaciones pasadas. Al sentarnos en la mesa, mi asombro fue aún mayor. Mi padre la miraba con cariño, como la dulce mirada paterna a un hijo. Al terminar la cena , la ayudó a recoger la meza, algo totalmente inusual en él. Acto siguiente los dos prepararon café con una mirada extraña en sus rostros, como si fuesen una pareja adolescente completamente enamorada. Sin perder el tiempo en razonar que era lo que estaba sucediendo se me cruzo por la mente una vaga esperanza de que quizás todo se había resuelto al fin y podríamos volver a ser una familia unida y feliz. Pronto dicha esperanza se esfumó….
Luego de un ligero lavado de manos en el baño, regresé con
ansias de seguir disfrutando una magnifica cena familiar de las cuales no teníamos hace varios años. El café estaba listo y presto para servirse. Las dos humeantes
tazas se encontraban sobre la mesa, emanaban un calor acogedor mientras mis
padres preparaban crema batida. Fue allí donde mi traviesa mente quiso jugarles
una broma, a que adulto no le molesta tener que hacer dos veces la misma cosa.
De un saque, tratando de hacer el menor ruido posible, ingerí el contenido de
cada tasa con tal rapidez que sentía que mi estómago ardía por la alta
temperatura de la bebida en el interior. Pero claro, ese fue el síntoma más
placentero. En menos de diez segundos me encontraba en el piso. Mi vista se
nubló por completo. Mis oídos se agudizaron a tal grado que lo único que
escuchaba eran los insultos mutuos de mis padres. Era muy perfecto para ser
verdad, claramente esas dos tazas no eran para mi consumición. Que ingenuidad
la mía…. Pensar que todo volvería a la normalidad. La desgracia termino
desenmascarando el odio entre dos individuos.
En menos de 10 segundos comprendí todo…. Las paradas en la farmacia….
Las hipócritas máscaras que los dos imaginariamente usaron para esconder su
asesino deseo. Yo tan solo quería que los conflictos acabasen, claro está que
no de esta manera.
Martin Mendez