lunes, 5 de agosto de 2013

Noche de mascaras




Noche de mascaras

No entiendo cómo es que no se cansan, aunque quizás ese sea el punto; están demasiado cansados. Siempre es la misma historia. Un día es un conflicto, al otro día es otro. Creo que si les dieran dinero por cada problemática que generan, seríamos más ricos que cualquier jeque árabe dueño de cualquier inmensa cuenca petrolífera. Es mi vida, con la cual tengo que lidiar día a día. Es lastimosamente una escena repetida. Cada vez que llego a mi casa, antes de girar el picaporte ya visualizo lo que sucede adentro. Es como una clase de superpoder, aunque en este caso desearía no tenerlo. Mi madre llorando desconsolada. Mi padre encerrado en su habitación. Hay días que imploro no llegar al final del día, no tener que volver a mi casa y ser espectador de la clásica escena.

Pero hoy todo cambio, fue completamente diferente al resto. Bien temprano por la mañana cuando mi madre nos llevaba al colegio hicimos una imprevista parada en la farmacia, la cual no fue de mi importancia ya que me encontraba medio dormido en el asiento trasero. Mi día transcurrió normalmente. Dos exámenes cuestionaron mis conocimientos sobre filosofía y literatura, y el ensayo para el acto de la semana entrante iba tomando un perfecto rumbo. Cumplido mi horario escolar, mi padre me recogió y me llevo al entrenamiento, aunque cabe destacar que también hicimos una parada rápida en la farmacia la cual también obvié porque estaba muy concentrado ajustando los cordones de mis botines. Una vez en el club tuve un desempeño estupendo, marqué dos goles y fui convocado para la fecha programada por la A.F.A el domingo. Luego de una alentadora ducha, tome el colectivo que me deja a dos cuadras de mi casa. Al bajar del transporte público caminé las dos cuadras pensando y lamentando estar próximo a mi casa donde sabía la escandalosa problemática que me esperaba dentro. Arribé a mi casa con ansias de que el resto del día pase rápido, cuando al entrar invadió mis fosas nasales el exquisito aroma de la comida casera. Mi madre había preparado un plato familiar que venía de generaciones pasadas. Al sentarnos en la mesa, mi asombro fue aún mayor. Mi padre la miraba con cariño, como la dulce mirada paterna a un hijo. Al terminar la cena , la ayudó a recoger la meza, algo totalmente inusual en él. Acto siguiente los dos prepararon café con una mirada extraña en sus rostros, como si fuesen una pareja adolescente completamente enamorada.  Sin perder el tiempo en razonar que era lo que estaba sucediendo se me cruzo por la mente una vaga esperanza de que quizás todo se había resuelto al fin y podríamos volver a ser una familia unida y feliz.  Pronto dicha esperanza se esfumó….
Luego de un ligero lavado de manos en el baño, regresé con ansias de seguir disfrutando una magnifica cena familiar de las cuales no teníamos hace varios años. El café estaba listo y presto para servirse. Las dos humeantes tazas se encontraban sobre la mesa, emanaban un calor acogedor mientras mis padres preparaban crema batida. Fue allí donde mi traviesa mente quiso jugarles una broma, a que adulto no le molesta tener que hacer dos veces la misma cosa. De un saque, tratando de hacer el menor ruido posible, ingerí el contenido de cada tasa con tal rapidez que sentía que mi estómago ardía por la alta temperatura de la bebida en el interior. Pero claro, ese fue el síntoma más placentero. En menos de diez segundos me encontraba en el piso. Mi vista se nubló por completo. Mis oídos se agudizaron a tal grado que lo único que escuchaba eran los insultos mutuos de mis padres. Era muy perfecto para ser verdad, claramente esas dos tazas no eran para mi consumición. Que ingenuidad la mía…. Pensar que todo volvería a la normalidad. La desgracia termino desenmascarando el odio entre dos individuos.  En menos de 10 segundos comprendí todo…. Las paradas en la farmacia…. Las hipócritas máscaras que los dos imaginariamente usaron para esconder su asesino deseo. Yo tan solo quería que los conflictos acabasen, claro está que no de esta manera.


     Martin Mendez

jueves, 13 de junio de 2013

Destino





Destino

Al parecer las personas olvidan por completo lo ligada que esta la vida con el destino. Es muy probable que luego de elaborar inteligentemente esta sentimental composición yo también deje de lado a lo que llamamos destino. Todos sabemos que hay cosas en la vida que no pueden ser explicadas a través de la lógica, no hay una formula que nos entregue el porqué de puntuales incógnitas.
Para comenzar la puntual descripción basada en mis básicos conocimientos del destino, es primordial hacer repaso fugaz sobre algunas cuestiones de la vida. Pues que decir de la vida, si es una caja de sorpresa. Es algo imposible hacer una definición exacta de lo que es, ya que cada alma, cada ser, cada vida tiene un sinfín de diferencias entre ellas. Es por este motivo que se habla en forma generalizada al momento de hablar de la vida. Pasando a lo que interesa decir o escuchar en su caso: La vida es un gran número de acontecimientos; algunos muy importantes, algunos irrelevantes y otros de crucial importancia. Estos mismos, sumados a tu crianza y los valores que son adquiridos, son los que particularmente forman tu vida. Es de esta manera que podemos establecer el importante lazo que tienen desde que nacemos la vida y el destino, ya que uno nunca elige la vida para la que nace.
Ahora si es el momento de hablar sobre el destino. En mi escaza visión el destino no tiene una explicación muy amplia sino que simplemente esa especie de fuerza que nos guía y construye nuestra vida. La que puede ser caracterizada como inamovible, es decir que pase lo que pase no es posible cambiarlo. Esa errónea creencia que tiene la sociedad de poder cambiar o en todo caso forzar el destino es ridícula. Un ser vivo nunca puede cambiar el destino simplemente porque no tiene conocimiento del mismo. Si alguien supiera que es lo que va a pasar en un futuro, podría cambiarlo ya que puede cambiar las acciones, los lugares o el tiempo convirtiéndolas diferentes a la que él las ve en el futuro, pero eso es totalmente imposible. Ahora si nos basamos en lo explicado en las líneas anteriores, la relación que se debe establecer es que la vida, está regida por el destino.
Habiendo establecido la relación anterior surgen un montón de dudas, incógnitas, preguntas que quedan totalmente inconclusas y sin respuesta. En mi caso, lo explayaré sin ocultar nada. Mi amor está muy lejos de mí, tan distanciado que no es posible contacto alguno piel a piel con ella, imagínense ni un abrazo, ni una caricia, ni un solo beso por más corto y chico que sea. Entonces ¿Por qué la vida o el destino te dan cosas tan importantes si te las quita por más que no quieras? ¿Por qué tanto esfuerzo, tanto sufrimiento nunca alcanza? ¿Para qué seguir luchando por algo que sabes que  por más que te lo propongas no podrás cumplirlo simplemente porque el destino no te lo permite? Esas entre tantas preguntas son las que salen de mi cabeza en este momento. Puede ser el cansancio, la tristeza que siente mi corazón, o la soledad, pero son preguntas que ni con hechos pueden ser respondidas. Solo se sabe que el destino es capaz de responderlas, por eso sea cual sea nunca hay que dejar de seguirlo, no somos capaces de cambiar o forzarlo de alguna manera, sino que estamos destinados a seguir nuestro propio destino……Aunque ¿será útil todo este sufrimiento? ¿Algún día podré tenerla a mi lado sin que nada ni nadie me la quite?.... Todo depende de este maldito destino.



     Martin Mendez

miércoles, 15 de mayo de 2013

Perspectiva


Perspectiva


Uno siempre va por la vida esperando el día. Ese día en que un acontecimiento fuera de lo normal nos regale algún episodio o nos ponga en el empinado camino de la vida una persona que descompagine nuestros planes. Que tenga el poder de romper nuestro esquema sacándonos de la estricta y rutinaria vida. Se espera poder conocer a ese alguien el cual cambie tu forma de pensar y te enseñe el mundo de otra manera. Como es el caso de dos personas entre miles, ejemplificando la comprobada teoría que hemos formulado.

Amelia es una mujer común y corriente de unos treinta y tantos que trabaja en una oficina en la ciudad de Nueva York. Él situado en la misma ciudad, con una edad que supera los treinta y cinco se llama Frank. A ella le gusta el ballet y jugar al billar, él es apasionado por el jazz y la música country. Ella se pinta los labios y se calza sus tacones para ver si puede así llamar la atención de algún hombre quien pueda darle lo que ella tanto quiere, alguien que la cuide y la acompañe. Él se afeita su barbilla y se perfuma pensando que quizás así pueda atraer alguna de las bellas mujeres que se ven con frecuencia por la calle y los lugares que transita. Los dos a su manera y casi inconscientemente van por la vida con la esperanza de poder relacionarse con esa persona que tanto esperan. Lo que menos imaginan es que no solo es cuestión del destino sino también obra de ellos mismos. Por más que esa persona este frente a sus ojos, tienen que ser ellos los que decidan ejercer la fuerza para poder interactuar y por consecuente entablar una tibia conversación, que bien encaminada puede llevar a la relación.
Fue así como luego de sus actividades laborales los dos iban camino a sus respectivas casas. La bella Amelia volvía en su Fiat cupé que su padre le había regalado, Frank de un nivel económico un tanto más escaso optó por el transporte público. Fue alrededor de las seis de la tarde cuando sus vidas se cruzarían por primera vez. En la esquina de la calle Wrokhood bajó el galán con su piloto para no arruinar el elegante traje de paño que llevaba y esperó a que el semáforo se pusiera en rojo para poder cruzar. En esas inexplicables coincidencias de la vida la soltera dama fue interrumpida por la luz roja del semáforo que habilitaba el paso peatonal. Los dos largaron un profundo suspiro con sabor a soledad y que expresaba esa necesidad de compañía. Fue en ese momento que él pasó por enfrente de su auto. Frank divisó unos grandes ojos marrones tras un parabrisas que era violentamente golpeado por la lluvia. Amelia divisó un apuesto muchacho de fríos ojos azules con un piloto bajo la intensa lluvia. Los dos se miraron, con la última pizca de esperanza, y luego de varios segundos, siguieron sus caminos, echándose así a perder esa maravillosa perspectiva que tenían uno sobre el otro.

                              Martin Mendez

martes, 9 de abril de 2013

Necesaria Venganza


Necesaria Venganza

La fisionomía de la mujer siempre fue muy diferente a la del hombre. Por más que Miguel Ángel la haya deformado su figura por su retorcida visión a la hora de sus obras. Es por eso que no comparto gusto con este famoso artista. Nunca se va a terminar de analizar en su totalidad lo que comprende la cabeza del hombre. Es un mundo inmenso y totalmente interesante, con una complejidad tal que nunca va a poder terminar de estudiarse. Nunca se ha de comprender el porqué de ciertos actos Yo no tendría que contarles sobre esta historia que en segundos narraré, ni siquiera debería saber sobre la misma.
   Dos semanas atrás. Comencé mi día de rutina, pensando que iba a hacer ordinario como cualquier otro. Me encontraba en mi oficina, cabe destacar que soy gerente en una de las sedes del prestigioso banco HSBC. Me comentaron que una joven de tan solo 20 años sería protagonista de una pasantía otorgada por el banco cada comienzo de mes, y de ser buena su labor sería tenida en cuenta para brindarle un puesto de trabajo. Por otro lado también contaba con la ventaja de que David Powell uno de los empleados con quien nunca tuve mucho contacto había renunciado, al parecer, o según lo que quiso expresarme que estaba cansado de tener que ganarse la vida. Noté un tono maquiavélico en su forma de expresarse pero absurdamente dejé que se vaya.  Elizabeth Krauwner, así se llamaba la jovencilla llego un jueves por la mañana con su espirituosa cara que ponía una pizca de color a la rigidez usual de un banco. En seguida proseguí a indicarle las tareas que debía cumplir y al tener buen aspecto tuve consideración y d una persona generosa a otra le comenté en que sería evaluada, para que ella ponga mayor ímpetu en ello. Le deseé la mejor de las suertes y me marché porque tenía muchas cosas que hacer aquel día.
    Al pasar de los días todo concurría con naturalidad. Al parecer los concejos que le había dado ella los estaba aprovechando al máximo. Los más íntimos socios del banco me habían felicitado por la nueva incorporación, haciéndome hincapié en que que hoy en día la juventud se encuentra en un proceso degenerativo y que un ejemplar totalmente opuesto es muy difícil de encontrar. Fue así como la idea de contratarla se hacía cada vez más tentadora. Hasta que las cosas comenzaron a cambiar…..
   Luego de tres semanas de la pasantía, comencé a notar un cambio de aspecto en su persona pero la pasé por alto pensando que ella se había dado cuenta de que estaba haciendo bien las cosas entonces había tomado un carácter más formal sintiéndose parte ya del banco. Fue luego de ese tiempo que me decidí a observar su curriculum. Como era de esperar sus calificaciones eran excelentes, el mejor promedio de su clase, los profesores destacaban su desarrollo intelectual, su estado civil era comprometida aunque no brindaba más datos de su futuro esposo.
   Una vez finalizada la pasantía le comuniqué que había obtenido un puesto de trabajo  que sería un placer tenerla como integrante del cuerpo de profesionales en nuestra sucursal. Ella con una sonrisa ínfima como de alguien que se ve obligado a sonreír porque la situación la obliga. Pero se notaba  no se sentía bien y que aquella sonrisa era forzada. Este extraño comportamiento se repitió durante todo el primer mes de trabajo. Cada logro que ella conseguía, era menospreciado y tomado sin importancia por la joven. Hasta que un día me decidí  a cuestionarle aquella actitud. La cite a mi oficina y trate de ser lo menos riguroso posible porque quizás se trataba de una cuestión intima. Es más, según ella así se trataba asique deje de indagar y le di renda suelta a la situación.
   Luego de varios días de analizar su evolución y ver que no progresaba, decidir a fondo con su situación y comenzar a investigar. Primero fui a sus padres  y a sus familiares más cercanos quienes aseguraron de no saber sobre algún conflicto que la afectara. Fue en ese momento donde comprendí que su situación emocional estaba estorbando sus extraordinarias facultades. Era entendible que si estaba pasando por un mal momento en su pareja ella había de estar con una autoestima muy baja. Porque el amor es así, puede dejarte tirado cuando estas en el mejor momento de tu carrera.
    Fue pasando el tiempo. Cuando comenzaba a acostumbrarme al cambio de carácter de la joven, fue mi atroz descubrimiento. Por casualidad coincidimos en el sector de sellado y fue allí donde sin querer choqué con ella tirándole todos sus papeles. Fue allí cuando, mi cuerpo se paralizó por un instante. Sentía que mi corazón palpitaba cada vez más rápido y fuerte, y que en cualquier momento ella podría escucharlo. Mi horror se vio resaltado repentinamente cuando note debajo de las mangas de su camisa, una serie de moretones, magulladuras y rasgos de violencia yacían en sus brazos. En ese mismo instante comprendí el cambio de su vestimenta, los pantalones largos, las camisas con mangas y sacos que no se sacaba aun las altas temperaturas del día.
    En ese preciso día al salir del trabajo, la seguí con mi auto y como era de esperar ella se encontró con un hombre. Al parecer era su novio ya que lo beso en la boca con total naturalidad, pero el individuo se encontraba muy tapado entre un gorro y una bufanda que llevaba puesto debido a las bajas temperaturas. Les anduve atrás durante una hora y media hasta que por fin se introdujeron a una vivienda. Allí esperé hasta que por fin, por la misma puerta vi salir a la rubi< señorita llorando desconsolada y con sangre brotando de una de sus mejillas. Inmediatamente me arrime con el auto y casi obligándola subió.
    Esa noche le brindé hospedaje en mi casa, advirtiendo a sus familiares que no esperasen su llegada. Una vez cara a cara, pedí explicaciones en un tono leve para no dramatizar más aun la situación. Ella me explicó que el causante de todo el daño corporal que ella tenía era provocado por su novio. Si es que se lo puede denominar novio. Él la obligaba a estar con ella amenazándola con que iba a matar a toda su familia si no lo hacía. También confesó haber estado totalmente enamorada de él. Los maquiavélicos planes del repugnante individuo fueron convencerla de tomar la pasantía consiente de que había un noventa por ciento de que ella consiga el puesto. Y así ella es como lo mantiene económicamente. Inmediatamente sugerí denunciar al vulgar y misterioso hombre. Pero ella me lo impidió por la misma razón que no me había revelado la identidad del abusador.
     Dejé que descansara porque podría sufrir algún ataque emocional. Al día siguiente desayunando antes de ir a la sucursal le comuniqué que no había hecho ninguna denuncia pero le advertí que si no tomaba cartas en el asunto no me quedaría otra opción.  Ella asentó con la cabeza y marchamos. La deje en su casa y le di dos días libres para que descanse y que termine con la situación que la estaba torturando.
     Luego de los dos días de licencia otorgados a la joven llegué al banco antes que nadie para asegurarme de que ella no lo haga primero y poder yo interceptarla. Las horas comenzaron a pasar y ella no arribaba al trabajo. El reloj marcó las diez y mis pensamientos ya eran los peores. La culpa de un posible asesinato estaba comenzando a hacerse más presente. Cuando tomé la decisión de salir en busca de la joven mi asistente me acercó dos cartas. Las dos tenían el nombre de Elizabeth; la primera era de agradecimientos porque gracias a mi se había quitado un peso de encima, renunciando a su cargo en el banco y dejándome en claro que el maldito que la había hecho vivir aquel calvario ya no molestaría más a nadie. La segunda fue la que shockeó mi estado emocional. Si la primera había quitado la culpa la segunda me hizo sentir más culpable aun. La carta era también enviada por Elizabeth Krauwner pero era la invitación al funeral. Al funeral de David Powell.

Martin Mendez