Necesaria Venganza
La fisionomía de la mujer siempre fue muy diferente a la del
hombre. Por más que Miguel Ángel la haya deformado su figura por su retorcida
visión a la hora de sus obras. Es por eso que no comparto gusto con este famoso
artista. Nunca se va a terminar de analizar en su totalidad lo que comprende la
cabeza del hombre. Es un mundo inmenso y totalmente interesante, con una
complejidad tal que nunca va a poder terminar de estudiarse. Nunca se ha de
comprender el porqué de ciertos actos Yo no tendría que contarles sobre esta
historia que en segundos narraré, ni siquiera debería saber sobre la misma.
Dos semanas atrás. Comencé mi día de rutina, pensando que
iba a hacer ordinario como cualquier otro. Me encontraba en mi oficina, cabe
destacar que soy gerente en una de las sedes del prestigioso banco HSBC. Me
comentaron que una joven de tan solo 20 años sería protagonista de una pasantía
otorgada por el banco cada comienzo de mes, y de ser buena su labor sería
tenida en cuenta para brindarle un puesto de trabajo. Por otro lado también
contaba con la ventaja de que David Powell uno de los empleados con quien nunca
tuve mucho contacto había renunciado, al parecer, o según lo que quiso
expresarme que estaba cansado de tener que ganarse la vida. Noté un tono
maquiavélico en su forma de expresarse pero absurdamente dejé que se vaya. Elizabeth Krauwner, así se llamaba la
jovencilla llego un jueves por la mañana con su espirituosa cara que ponía una
pizca de color a la rigidez usual de un banco. En seguida proseguí a indicarle
las tareas que debía cumplir y al tener buen aspecto tuve consideración y d una
persona generosa a otra le comenté en que sería evaluada, para que ella ponga
mayor ímpetu en ello. Le deseé la mejor de las suertes y me marché porque tenía
muchas cosas que hacer aquel día.
Al pasar de los días todo concurría con naturalidad. Al
parecer los concejos que le había dado ella los estaba aprovechando al máximo.
Los más íntimos socios del banco me habían felicitado por la nueva
incorporación, haciéndome hincapié en que que hoy en día la juventud se
encuentra en un proceso degenerativo y que un ejemplar totalmente opuesto es
muy difícil de encontrar. Fue así como la idea de contratarla se hacía cada vez
más tentadora. Hasta que las cosas comenzaron a cambiar…..
Luego de tres semanas de la pasantía, comencé a notar un
cambio de aspecto en su persona pero la pasé por alto pensando que ella se
había dado cuenta de que estaba haciendo bien las cosas entonces había tomado
un carácter más formal sintiéndose parte ya del banco. Fue luego de ese tiempo
que me decidí a observar su curriculum. Como era de esperar sus calificaciones
eran excelentes, el mejor promedio de su clase, los profesores destacaban su
desarrollo intelectual, su estado civil era comprometida aunque no brindaba más
datos de su futuro esposo.
Una vez finalizada la pasantía le comuniqué que había
obtenido un puesto de trabajo que sería
un placer tenerla como integrante del cuerpo de profesionales en nuestra
sucursal. Ella con una sonrisa ínfima como de alguien que se ve obligado a
sonreír porque la situación la obliga. Pero se notaba no se sentía bien y que aquella sonrisa era
forzada. Este extraño comportamiento se repitió durante todo el primer mes de
trabajo. Cada logro que ella conseguía, era menospreciado y tomado sin
importancia por la joven. Hasta que un día me decidí a cuestionarle aquella actitud. La cite a mi
oficina y trate de ser lo menos riguroso posible porque quizás se trataba de
una cuestión intima. Es más, según ella así se trataba asique deje de indagar y
le di renda suelta a la situación.
Luego de varios días de analizar su evolución y ver que no
progresaba, decidir a fondo con su situación y comenzar a investigar. Primero
fui a sus padres y a sus familiares más
cercanos quienes aseguraron de no saber sobre algún conflicto que la afectara.
Fue en ese momento donde comprendí que su situación emocional estaba estorbando
sus extraordinarias facultades. Era entendible que si estaba pasando por un mal
momento en su pareja ella había de estar con una autoestima muy baja. Porque el
amor es así, puede dejarte tirado cuando estas en el mejor momento de tu
carrera.
Fue pasando el tiempo. Cuando comenzaba a acostumbrarme al
cambio de carácter de la joven, fue mi atroz descubrimiento. Por casualidad coincidimos
en el sector de sellado y fue allí donde sin querer choqué con ella tirándole
todos sus papeles. Fue allí cuando, mi cuerpo se paralizó por un instante.
Sentía que mi corazón palpitaba cada vez más rápido y fuerte, y que en
cualquier momento ella podría escucharlo. Mi horror se vio resaltado repentinamente
cuando note debajo de las mangas de su camisa, una serie de moretones,
magulladuras y rasgos de violencia yacían en sus brazos. En ese mismo instante comprendí
el cambio de su vestimenta, los pantalones largos, las camisas con mangas y
sacos que no se sacaba aun las altas temperaturas del día.
En ese preciso día al salir del trabajo, la seguí con mi
auto y como era de esperar ella se encontró con un hombre. Al parecer era su
novio ya que lo beso en la boca con total naturalidad, pero el individuo se
encontraba muy tapado entre un gorro y una bufanda que llevaba puesto debido a
las bajas temperaturas. Les anduve atrás durante una hora y media hasta que por
fin se introdujeron a una vivienda. Allí esperé hasta que por fin, por la misma
puerta vi salir a la rubi< señorita llorando desconsolada y con sangre
brotando de una de sus mejillas. Inmediatamente me arrime con el auto y casi
obligándola subió.
Esa noche le brindé hospedaje en mi casa, advirtiendo a sus
familiares que no esperasen su llegada. Una vez cara a cara, pedí explicaciones
en un tono leve para no dramatizar más aun la situación. Ella me explicó que el
causante de todo el daño corporal que ella tenía era provocado por su novio. Si
es que se lo puede denominar novio. Él la obligaba a estar con ella
amenazándola con que iba a matar a toda su familia si no lo hacía. También
confesó haber estado totalmente enamorada de él. Los maquiavélicos planes del
repugnante individuo fueron convencerla de tomar la pasantía consiente de que
había un noventa por ciento de que ella consiga el puesto. Y así ella es como
lo mantiene económicamente. Inmediatamente sugerí denunciar al vulgar y
misterioso hombre. Pero ella me lo impidió por la misma razón que no me había
revelado la identidad del abusador.
Dejé que descansara porque podría sufrir algún ataque
emocional. Al día siguiente desayunando antes de ir a la sucursal le comuniqué
que no había hecho ninguna denuncia pero le advertí que si no tomaba cartas en
el asunto no me quedaría otra opción.
Ella asentó con la cabeza y marchamos. La deje en su casa y le di dos
días libres para que descanse y que termine con la situación que la estaba
torturando.
Luego de los dos días de licencia otorgados a la joven llegué
al banco antes que nadie para asegurarme de que ella no lo haga primero y poder
yo interceptarla. Las horas comenzaron a pasar y ella no arribaba al trabajo.
El reloj marcó las diez y mis pensamientos ya eran los peores. La culpa de un
posible asesinato estaba comenzando a hacerse más presente. Cuando tomé la
decisión de salir en busca de la joven mi asistente me acercó dos cartas. Las
dos tenían el nombre de Elizabeth; la primera era de agradecimientos porque
gracias a mi se había quitado un peso de encima, renunciando a su cargo en el
banco y dejándome en claro que el maldito que la había hecho vivir aquel
calvario ya no molestaría más a nadie. La segunda fue la que shockeó mi estado
emocional. Si la primera había quitado la culpa la segunda me hizo sentir más
culpable aun. La carta era también enviada por Elizabeth Krauwner pero era la
invitación al funeral. Al funeral de David Powell.
Martin Mendez
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